Son vecinos solidarios y comprometidos . Dedican horas de su vida a ayudar a otros o a reparar y mantener limpio el espacio público, que disfrutan no sólo ellos, sino también el resto de los habitantes de la ciudad.
Contagiar limpieza. Con esa consigna, explicó Julia Raz, el grupo de jóvenes de entre 25 y 35 años que forman Plaga Positiva, "copan" una vez por mes un espacio verde de la ciudad o del área metropolitana, y realizan una limpieza del lugar que, si bien puede no resultar exhaustiva, sirve para generar conciencia.
La idea de limpiar espacios públicos surgió en 2013, durante un veraneo. Foto: LA NACION / Maxie Amena
"Tratamos de circular lo más cerca posible de la gente presente en la plaza, para que nos vean, para intentar contagiarlos. Hablamos con todos los que podemos. Muchos no entienden por qué nos motiva hacernos cargo de lo que otros arrojan", dijo Julia, una de las voluntarias.
La idea, según recuerdan, surgió en febrero de 2013, cuando algunos de los chicos veraneaban en Villa Gesell y vieron el grado de suciedad que quedaba en la playa al término del día.
Primero, limpiaron la playa; pero luego pensaron que sería interesante trasladar la propuesta a la ciudad y al área metropolitana en general.
Fue así que desde marzo de 2013, ya desembarcaron y recolectaron la basura en más de 10 espacios verdes de la Capital, Vicente López, Tigre y el Delta del Tigre, con frecuencia mensual.
"Llevamos nuestras herramientas: bolsitas y guantes. En las plazas en las que hay contenedores diferenciados, nosotros realizamos la separación de residuos también, entre reciclables y no reciclables", detalló.
A veces -dicen- no pueden creer lo que encuentran tirado: "Llegamos a levantar hasta un ventilador de pie que había sido arrojado en el lago del parque Rivadavia, en Caballito, que cuando fuimos estaba seco", se sorprendió Julia. La próxima cita será el 30 de este mes, en el parque General Paz, en Saavedra..
Algunos están enrolados en instituciones no gubernamentales, eclesiásticas o educativas. Otros trabajan de manera completamente autónoma. Todos dan batalla detrás de un ideal y lo concretan en acciones, sin distinción de edades ni de origen.
Pablo Fernández Álvarez, por ejemplo, lidera un grupo de voluntarios que, entre otras cosas, brinda apoyo escolar a chicos de la villa 31.
Los alumnos de cuarto año contable, del colegio Patronato Español Virgen del Pilar, en Colegiales, comenzaron por pintar el frente de la escuela y ahora siguen haciéndolo en otras edificaciones del barrio.
En Recoleta, Carlos Gaye apadrina y cuida árboles plantados en espacios públicos. También en plazas y espacios públicos trabajan, una vez al mes, los jóvenes del grupo Plaga Positiva para limpiar y recoger basura.
Pablo Fernández Álvarez, por ejemplo, lidera un grupo de voluntarios que, entre otras cosas, brinda apoyo escolar a chicos de la villa 31.
Los alumnos de cuarto año contable, del colegio Patronato Español Virgen del Pilar, en Colegiales, comenzaron por pintar el frente de la escuela y ahora siguen haciéndolo en otras edificaciones del barrio.
En Recoleta, Carlos Gaye apadrina y cuida árboles plantados en espacios públicos. También en plazas y espacios públicos trabajan, una vez al mes, los jóvenes del grupo Plaga Positiva para limpiar y recoger basura.
HACER LOS DEBERES EN LA VILLA 31
Decepcionado porque desde una breve militancia por un partido político no pudo canalizar las ganas que tenía de realizar algún tipo de ayuda social, Pablo Férnandez Álvarez, vecino de Villa Crespo, no se quedó de brazos cruzados.
"Encontré que un grupo más relacionado con la Iglesia, traía a la mejor gente a las actividades sociales", cuenta.
Según Fernández Álvarez, un abogado de 38 años, "es gente buena, muy tímida, vergonzosa, sin afán de protagonismo. Y se me ocurrió empezar a reunir a la gente valiosa, que se conozca y vincule, y trabaje por los demás".
En esa búsqueda de personas valiosas, una de las primeras que se cruzó en su camino fue Silvia Carnevale. Y luego sumó más, todo unidos por los valores cristianos.
Así, desde principios de este año, ellos dos, además de un grupo rotativo de unos veinte voluntarios dedican todos los sábados a desarrollar actividades comunitarias, que, por otra parte, son autofinanciadas.
A los chicos en edad escolar de la villa 31 de Retiro les sirven el desayuno y les brindan apoyo escolar. Además, recorren el pabellón pediátrico del hospital Rivadavia disfrazados de payasos y reparten a los pacientes juguetes, libros, revistas; juegan con ellos y escuchan a los padres. También visitan a los adultos mayores internados en un geriátrico de Barrio Norte y, una noche por mes, Pablo y Silvia entregan bebidas y sopa caliente en la plaza del Congreso.
"Ayudar es un deber, no se puede elegir. No lo debemos hacer porque lo sintamos, es nuestra obligación moral", sintetizó. Por eso, espera que más gente se vaya acercando al grupo.
Decepcionado porque desde una breve militancia por un partido político no pudo canalizar las ganas que tenía de realizar algún tipo de ayuda social, Pablo Férnandez Álvarez, vecino de Villa Crespo, no se quedó de brazos cruzados.
"Encontré que un grupo más relacionado con la Iglesia, traía a la mejor gente a las actividades sociales", cuenta.
Según Fernández Álvarez, un abogado de 38 años, "es gente buena, muy tímida, vergonzosa, sin afán de protagonismo. Y se me ocurrió empezar a reunir a la gente valiosa, que se conozca y vincule, y trabaje por los demás".
En esa búsqueda de personas valiosas, una de las primeras que se cruzó en su camino fue Silvia Carnevale. Y luego sumó más, todo unidos por los valores cristianos.
Así, desde principios de este año, ellos dos, además de un grupo rotativo de unos veinte voluntarios dedican todos los sábados a desarrollar actividades comunitarias, que, por otra parte, son autofinanciadas.
A los chicos en edad escolar de la villa 31 de Retiro les sirven el desayuno y les brindan apoyo escolar. Además, recorren el pabellón pediátrico del hospital Rivadavia disfrazados de payasos y reparten a los pacientes juguetes, libros, revistas; juegan con ellos y escuchan a los padres. También visitan a los adultos mayores internados en un geriátrico de Barrio Norte y, una noche por mes, Pablo y Silvia entregan bebidas y sopa caliente en la plaza del Congreso.
"Ayudar es un deber, no se puede elegir. No lo debemos hacer porque lo sintamos, es nuestra obligación moral", sintetizó. Por eso, espera que más gente se vaya acercando al grupo.
CAMBIAR REBELDÍA POR COMPROMISO
Un sí unánime y ruidoso se escapa de la boca de los alumnos del 4° Año Contable del colegio Patronato Español Virgen del Pilar, en Colegiales. Sucede cuando LA NACION les pregunta si están dispuestos a seguir realizando pintadas comunitarias en el barrio.
No hay lugar a dudas para estos adolescentes, a quienes el director, Roberto Cursi, describe como un grupo que ha sabido canalizar su rebeldía en esta actividad de compromiso barrial. "El frente de nuestra escuela estaba lleno de grafitis. Seguramente para los grafiteros no significa nada, pero para nosotros, sí", explicó Santiago Sanfeliú, de 17 años, al describir cuál fue la motivación para ofrecerse como mano de obra gratuita para pintar las paredes externas del colegio, situado en Lacroze y Conesa.
Y así lo hicieron, el 19 de junio pasado en pocas horas, con materiales financiados y provistos por un programa del gobierno porteño. "Pero lo mejor fue que el barrio se enteró de la movida, y entonces fuimos a pintar a otro lugar también", agregó Matías Di Lollo, de 18. Se trata del Monasterio Corpus Christi, en Amenábar al 400, al que blanquearon el 187, justo antes de comenzar las vacaciones de invierno.
El colegio tiene dos orientaciones: artística y contable. Curiosamente, fueron los alumnos de esta última y no de la primera, más afín a la pintura, quienes se volcaron a las pintadas comunitarias.
"Los de Contable tenemos más fuerza de voluntad", argumentó, con una sonrisa, Pablo Goldberg, de 17. Vino entonces la pregunta: "¿Les interesa continuar pintando si los vuelven a convocar?" Y le siguió el sí unánime de chicas y chicos. También, el deseo de los adultos de que la vocación por cuidar la infraestructura los acompañe para siempre.
No hay lugar a dudas para estos adolescentes, a quienes el director, Roberto Cursi, describe como un grupo que ha sabido canalizar su rebeldía en esta actividad de compromiso barrial. "El frente de nuestra escuela estaba lleno de grafitis. Seguramente para los grafiteros no significa nada, pero para nosotros, sí", explicó Santiago Sanfeliú, de 17 años, al describir cuál fue la motivación para ofrecerse como mano de obra gratuita para pintar las paredes externas del colegio, situado en Lacroze y Conesa.
Y así lo hicieron, el 19 de junio pasado en pocas horas, con materiales financiados y provistos por un programa del gobierno porteño. "Pero lo mejor fue que el barrio se enteró de la movida, y entonces fuimos a pintar a otro lugar también", agregó Matías Di Lollo, de 18. Se trata del Monasterio Corpus Christi, en Amenábar al 400, al que blanquearon el 187, justo antes de comenzar las vacaciones de invierno.
El colegio tiene dos orientaciones: artística y contable. Curiosamente, fueron los alumnos de esta última y no de la primera, más afín a la pintura, quienes se volcaron a las pintadas comunitarias.
"Los de Contable tenemos más fuerza de voluntad", argumentó, con una sonrisa, Pablo Goldberg, de 17. Vino entonces la pregunta: "¿Les interesa continuar pintando si los vuelven a convocar?" Y le siguió el sí unánime de chicas y chicos. También, el deseo de los adultos de que la vocación por cuidar la infraestructura los acompañe para siempre.
EL PADRINO DE LOS ÁRBOLES DE RECOLETA
Carlos Gaye se define como un vecino participativo de Recoleta. Integra, incluso, el Consejo Consultivo de la comuna correspondiente, la 2. Allí, colabora en las comisiones de Espacio Público y Espacio Verde.
Por eso no dudó en sumarse a la iniciativa comunal de apadrinar árboles.
¿En qué consiste? En cuidar un árbol recién plantado durante todo su crecimiento, hasta que alcance la plenitud. Carlos tiene bajo su responsabilidad dos ejemplares de crespón que fueron plantados en la cuadra de Agüero al 1300 hace un año.
"Desde entonces, los riego todos los días, o cuando es necesario, y si veo que los afecta alguna peste, doy aviso al área correspondiente", detalló.
En el mantenimiento del ejemplar situado en la vereda de Agüero 1330 lo ayuda el encargado del edificio. "Nos rotamos cuando alguno se enferma o sale de vacaciones o tiene un inconveniente", indicó. LA NACION lo encontró junto al otro árbol que cuida, en la placita denominada, precisamente, Plaza del Árbol (Agüero y Charcas); alguna empresa de servicio había arrojado un cable aéreo que se había enroscado en los tutores del ejemplar de crespón. Carlos se ocupó de retirarlo. "Otro problema que suele suceder es que se roben los tutores. También tengo que informar para que lo repongan", dijo. Gaye, que trabaja en una administradora de consorcios, relata con entusiasmo las particularidades del crespón. Pero hasta inscribirse en esta actividad, su experiencia con las plantas se circunscribía a las que llenan su balcón. "Me gustan y entonces me cautivó la posibilidad de colaborar de esta manera. Creo que la iniciativa privada es muy importante al momento de ayudar", especificó.
Carlos Gaye se define como un vecino participativo de Recoleta. Integra, incluso, el Consejo Consultivo de la comuna correspondiente, la 2. Allí, colabora en las comisiones de Espacio Público y Espacio Verde.
Por eso no dudó en sumarse a la iniciativa comunal de apadrinar árboles.
¿En qué consiste? En cuidar un árbol recién plantado durante todo su crecimiento, hasta que alcance la plenitud. Carlos tiene bajo su responsabilidad dos ejemplares de crespón que fueron plantados en la cuadra de Agüero al 1300 hace un año.
"Desde entonces, los riego todos los días, o cuando es necesario, y si veo que los afecta alguna peste, doy aviso al área correspondiente", detalló.
En el mantenimiento del ejemplar situado en la vereda de Agüero 1330 lo ayuda el encargado del edificio. "Nos rotamos cuando alguno se enferma o sale de vacaciones o tiene un inconveniente", indicó. LA NACION lo encontró junto al otro árbol que cuida, en la placita denominada, precisamente, Plaza del Árbol (Agüero y Charcas); alguna empresa de servicio había arrojado un cable aéreo que se había enroscado en los tutores del ejemplar de crespón. Carlos se ocupó de retirarlo. "Otro problema que suele suceder es que se roben los tutores. También tengo que informar para que lo repongan", dijo. Gaye, que trabaja en una administradora de consorcios, relata con entusiasmo las particularidades del crespón. Pero hasta inscribirse en esta actividad, su experiencia con las plantas se circunscribía a las que llenan su balcón. "Me gustan y entonces me cautivó la posibilidad de colaborar de esta manera. Creo que la iniciativa privada es muy importante al momento de ayudar", especificó.
LA PLAGA POSITIVA "ATACA" UNA VEZ AL MES
Contagiar limpieza. Con esa consigna, explicó Julia Raz, el grupo de jóvenes de entre 25 y 35 años que forman Plaga Positiva, "copan" una vez por mes un espacio verde de la ciudad o del área metropolitana, y realizan una limpieza del lugar que, si bien puede no resultar exhaustiva, sirve para generar conciencia.
La idea de limpiar espacios públicos surgió en 2013, durante un veraneo. Foto: LA NACION / Maxie Amena
"Tratamos de circular lo más cerca posible de la gente presente en la plaza, para que nos vean, para intentar contagiarlos. Hablamos con todos los que podemos. Muchos no entienden por qué nos motiva hacernos cargo de lo que otros arrojan", dijo Julia, una de las voluntarias.
La idea, según recuerdan, surgió en febrero de 2013, cuando algunos de los chicos veraneaban en Villa Gesell y vieron el grado de suciedad que quedaba en la playa al término del día.
Primero, limpiaron la playa; pero luego pensaron que sería interesante trasladar la propuesta a la ciudad y al área metropolitana en general.
Fue así que desde marzo de 2013, ya desembarcaron y recolectaron la basura en más de 10 espacios verdes de la Capital, Vicente López, Tigre y el Delta del Tigre, con frecuencia mensual.
"Llevamos nuestras herramientas: bolsitas y guantes. En las plazas en las que hay contenedores diferenciados, nosotros realizamos la separación de residuos también, entre reciclables y no reciclables", detalló.
A veces -dicen- no pueden creer lo que encuentran tirado: "Llegamos a levantar hasta un ventilador de pie que había sido arrojado en el lago del parque Rivadavia, en Caballito, que cuando fuimos estaba seco", se sorprendió Julia. La próxima cita será el 30 de este mes, en el parque General Paz, en Saavedra..
Fuente: La Nación
Link: http://www.lanacion.com.ar/1719442-vecinos-solidarios-portenos-que-trabajan-por-una-ciudad-mejor
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